Hoy me gustaría compartir una experiencia muy bonita y especial, con todos vosotros.
Hace unos meses tuve un paciente con una hernia discal que estaba sufriendo bastante. Este señor conocía la quiropráctica gracias a su hermano, que vive en Estados Unidos. Decidió no operarse e intentar solucionar sus problemas de espalda en mi consulta. Después de 6 semanas ajustándose, me mandó a sus suegros, y luego a sus padres. Una vez que toda la familia había pasado por la consulta, su última ilusión era que su abuela de 103 años pudiera disfrutar también de la quiropráctica.
Me dijeron que la señora ya era mayor, me sabía mal que la trajesen a la consulta, así que un día fui a su casa a conocerla.
Se llama Emilia, y es una señora encantadora. No utiliza gafas para leer (y eso que se lee todos los best sellers), tampoco necesita ayuda de aparatos para oír, puedes mantener con ella una conversación sin subir el tono de voz. Fijaos si está bien con sus 103 años, que es capaz de ganarte una partida póquer. 🙂
Al verme, lo primero que dijo fue: “No me inyectes nada” Yo le expliqué que no le iba a hacer daño y que aunque los ajustes son suaves movimientos que no duelen, a la larga iban a ser muy beneficiosos para su cuerpo.
Comencé a examinarla. Palpando su columna advertí que tenía una escoliosis y una cifosis (también conocida como joroba), pero en general el estado de su columna me dejó muy sorprendido. Os aseguro que tengo muchos pacientes que tienen la mitad de su edad y muchos más problemas.
Anoté las subluxaciones y le pedí permiso para ajustarla. Ella me dio permiso. Tras el ajuste le pregunté por su experiencia, y de una forma muy simpática me dijo que ni le gustaba ni le disgustaba.
Después tomamos una comida deliciosa preparada por su hija. Emilia bebía vino, mientras me contaba cosas sobre su interesante vida. A la hora del café, ¡¡ Emilia tomó un cortado con coñac!! No pude contener la risa, esta señora me había dejado asombrado.
Son las personas como Emilia, las que hacen que nos demos cuenta de lo maravilloso que es poder vivir tantos años, con esa salud y alegría. La juventud no es cuestión de años, es cuestión de actitud.
Para mi fue todo un honor tener la oportunidad de ajustar a Emilia con 103 años, y estoy tremendamente agradecido a su nieto por brindarme esta experiencia.
¡Gracias Emilia, conocerte ha sido maravilloso!