Esta sociedad del consumo vertiginoso y de las respuestas rápidas a problemas complejos nos empuja muchas veces a optar por tapar en lugar de arreglar. Esta tendencia la encontramos en casi cualquier aspecto de nuestras vidas: se rasga un calcetín, ¿lo cosemos? No, lo tiramos. Un ordenador comienza a dar problemas y a funcionar más lento de lo normal. ¿Buscamos soluciones para devolverle su agilidad previa? No, comenzamos a mirar precios de ordenadores nuevos para cuando llegue algún “día sin IVA” de una gran superficie. Los electrodomésticos se sustituyen, sobre todo si son pequeños. Cada vez menos gente arregla una tostadora: se tira y se compra otra. Igual que un secador. ¿Y los smartphones? Parece que estemos obligados a cambiarlos cada tres años. Y baratos, precisamente, no son.
¿Y qué hay de nuestros cuerpos? Pues con nuestros cuerpos pasa algo parecido: cuando sentimos un dolor o molestia, ¿nos preocupamos por la causa? Bueno, a veces sí a veces no; generalmente prestamos atención al síntoma, y nos esforzamos en bloquearlo, anularlo, taparlo, enmascararlo. Por supuesto ponerle fin a un dolor es importante, pero más importante es saber por qué ha aparecido. No solo un dolor: una reacción en la piel, una flojera sin causa aparente, el insomnio. Seguro que entiendes de qué hablamos. Las farmacias lo saben: es la era de los somníferos. En lugar de invertir tiempo y dinero en descubrir qué es eso que impide que cumplamos con naturalidad con uno de los procesos básicos de nuestro organismo como es el sueño, compramos unas píldoras que nos hacen dormir a la fuerza. Hay muchos factores que pueden provocar trastornos del sueño, sí, pero, ¿nos preocupamos en saber cuáles, le dedicamos aunque sea unas horas a la cuestión?
No, la verdad. Y muchas veces la causa es menos grave de lo que parece: el estilo de vida y nuestros hábitos son responsables de gran cantidad de problemas para los que nos medicamos. O mejor dicho: automedicamos. Porque la medicación que prescribe un médico es algo serio que responde a años y años de estudio. Pero si no se es médico, llevarse a la boca un fármaco por lo que nos han contado o por lo que nos han dicho los anuncios en televisión es una total irresponsabilidad. Por muchas razones. Tomar antibióticos sin necesitarlos ayuda a que las bacterias culpables de infecciones desarrollen resistencia a ellos, de tal forma que estas se vuelven más peligrosas. Otra razón es que muchos medicamentos no se pueden tomar juntos. Otra, que podemos estar tomando una dosis excesiva. En definitiva, hay muchísimas razones por las que no debemos automedicarnos.
Con el dolor de espalda y los problemas de la columna sucede lo mismo. El dolor de espalda es tremendamente común: las estadísticas nos advierten de que gran parte de la población lo sufre o lo sufrirá en algún momento de su vida. Contra este tipo de problemas no hay soluciones mágicas: la mayoría de ellas requieren esfuerzo y proactividad: si te duele la espalda, yacer en el sofá durante días y atiborrarte a analgésicos o antiinflamatorios no te ayudará a encontrar la solución. El ejercicio en algunos casos -sobre todo para la prevención-, la vida sana y las visitas a los especialistas indicados una vez se haya manifestado algún problema, sí forman parte del camino a seguir.
Por esto, si tienes problemas de columna y quieres atajarlos, te invitamos a que pruebes la quiropráctica. Nuestra consulta Quiropractic Valencia está situada en la calle Colón, número 26 de Valencia. Pide cita online y te informaremos de cómo podemos ayudarte. La quiropráctica ha demostrado ser muy efectiva a la hora de eliminar el dolor sin medicamentos. Puedes comprobarlo leyendo las reseñas que nos dejan las personas que se ponen en nuestras manos. Por algo cumplimos quince años en 2018.