En el mundo occidental, con todos sus avaneces médicos y tecnológicos, las madres dan a luz en centros dotados de todos los recursos y bajo la supervisión de los mejores profesionales. Es lo lógico, que pongamos todo lo mejor al alcance de la nueva vida , en un intento de que su salud se la óptima cuando respire fuera del vientre de la madre.
Sin embargo, siempre he pensado que se comete un importante error en los paritorios del mundo: la postura de la mujer está diseñada para facilitar la labor a los médicos, no para hacer las cosas más fáciles a ella y al bebé, los verdaderos protagonistas del acto.
Numerosos estudios han encontrado evidencias de que el parto horizontal podría causar daños a la columna vertebral, nuca y cabeza del bebé, así como lesiones de mandíbula, subluxaciones de la primera vértebra del cuello o algún tipo de trauma en cabeza u hombros.
El problemas es que la mujer no cuenta con un gran aliado, el factor gravedad, por lo que el esfuerzo del parto, ya de por sí titánico, aumenta dificultando la labor de la madre. A la par, se estima que la matrona o el ginecólogo, o ambos, tendrán que emplear entre 40 y 60 kilos de presión estirando el cuello del recién nacido, girando 180º a cada lado para estirar el cuello del bebé. De esa presión, así como del empleo de forceps y ventosas pueden derivar los problemas mencionados anteriormente.
No se trata de regresar  a procedimientos que se emplean en poblaciones atrasadas, lejos de los avances que salvaguardan la vida de los implicados, se trata de estudiar y mejorara las posturas para facilitar el parto propiamente dicho.
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