Un alto porcentaje de la población está convencido de que fumar un cigarrillo en ciertos momentos y según qué situación ayuda a relajarse. Eso es debido a la nicotina que al fumar introducimos en nuestro organismo. La nicotina como sustancia psicoactiva produce sensaciones de placer, relajación o vigilia.

La Dra. Rachel Huxley, de la Universidad de Minnesota, y el Dr. Mark Woodward, de la Universidad Johns Hopkins, analizaron datos de más de 4 millones de personas procedentes de 86 estudios internacionales. El análisis reveló que las mujeres fumadoras tienen el doble de riesgo de padecer cáncer de pulmón comparado con el riesgo los hombres fumadores. Parece ser que ésta diferencia se debe a que el cuerpo femenino extrae más carcinógenos y otros derivados de hidrocarburos presentes en el humo.
Por otro lado el Dr. Rob Wüst, de la Universidad de Ámsterdam, ha demostrado que los músculos de los fumadores se cansan más rápido que los de los no fumadores independientemente de cuantos cigarros consuman al día, el efecto del tabaco sobre los músculos es inmediato estando relacionada con toda probabilidad con la reducción en el suministro de oxígeno a las fibras musculares.

¿De qué modo influye el tabaco en la columna?

El hecho de  que el acto de fumar se realiza a través del aparato respiratorio, nos hace pensar de una manera subjetiva, aunque de forma incorrecta, que fumar ataca directamente a los pulmones. Sin pensar que a través de los pulmones, el cuerpo recoge el oxígeno, con la inspiración, del cual se encarga la hemoglobina y lo transporta  a todos los tejidos. Posteriormente recoge el dióxido de carbono que se produce como resultado de la oxidación devolviéndolo a los pulmones y expulsándolo con la espiración. Es decir realiza un viaje por todo nuestro organismo.  La nicotina produce entre otras cosas una desmineralización ósea importante, aumentando los riesgos de fracturas en huesos largos y columna vertebral.